LA NECESIDAD DE SER AMADO
¿Para qué se reproduce la especie humana? ¿Acaso ignoran los gastos que conlleva en tener primogénitos?
Es más, los padres biológicos no son los únicos que muestran inclinación a criar hijos a un coste elevado. ¿Qué razón hay para que los niños adoptados, sin parentesco genético con sus padres adoptivos, sean criados con las mismas atenciones que los que son “carne de su carne”?.
La respuesta a esta pregunta planteada por Marvin Harris es la existencia de un componente biopsicológico de la naturaleza humana. Ese componente nos lleva a la necesidad de tener niños porque necesitamos amor.
Esto mismo no sólo ocurre en la especie humana, también tiene lugar en la especie animal.
La psicología clínica aporta elementos que prueban que las personas privadas de afecto parental durante los primeros años de su vida, presentan disfunciones en su comportamiento como adultos. Pero el amor no es desinteresado; como todos los demás vínculos humanos, requiere un intercambio para equilibrar la balanza.
En una sociedad en las que las relaciones interpersonales están dominadas por el individualismo y la competencia despiadada en torno a la riqueza y la posición social, el deseo de afecto se deja sentir con mucha fuerza.
El hecho de que muchas recompensas de la paternidad tarden en materializarse, no significa que los sueños gobiernen la economía del amor. El santuario familiar es un templo fácil, cada vez hay mas parejas que encuentran en los hijos un motivo de discusión, cada vez hay mas divorcios. La sociedad necesita niños aunque los adultos no los necesiten. Hay personas que confirman que sus animales les dan tanto cariño como las personas y a un coste, considerablemente inferior.
NECESITO SER AMADO
Hay muchas razones que ayudan a entender por qué la exigencia de ser amado y aprobado por todo el mundo es no-razonable.
– En primer lugar porque es un objetivo absoluto, perfeccionista, y como tal, inaccesible.
– En Segundo lugar, si usted exige el amor de un determinado número de personas concretas, puede muy bien ocurrir que entre ellas haya algunas que sean relativamente incapaces de amarle, debido a sus propias deficiencias.
– Si usted exige el amor constante de todo el mundo , habrá de ser usted siempre amable. Pero ¿Es capaz de ello? ¿Nunca es usted desagradable con nadie? Ese es también un objetivo perfeccionista.
– Hay un cuarto punto muy importante. Al intentar hacerse amar por todo el mundo y todo el tiempo, corre usted mucho peligro de no obtener a la larga más que el menosprecio y el desdén de los demás. Percibirán que carece usted de autonomía, de firmeza personal, y le estimarán todavía menos.
– En Quinto lugar, es importante constatar que las personas que se repiten a sí mismas que necesitan ser amadas, casi siempre se sienten inadecuadas y poco amables en el fondo de sí mismas. Esa necesidad de ser amado encubre, la mayoría de las veces, sentimientos profundos de desprecio a sí mismo – Parece que todas estas condiciones son inútiles y hasta nocivas, dado que hacen depender la autoestima de elementos que no son directamente controlados por la persona en cuestión y, por tanto, la persona estará siempre amenazada de perder su propia estima.
(Extraído de Lucien Auger “Ayudarse a sí mismo”, pp 48-50 , Ed. Sal Terrae, 14º edición)
EN GENERAL SE PREFIERE SER AMADO A AMAR
La mayor parte de los hombres, movidos por una especie de ambición, prefieren que se les ame más bien que amar ellos mismos. He aquí por qué los hombres en general gustan de los aduladores; el adulador es un amigo, respecto del cual es uno superior o por lo menos finge el que es inferior así como que ama más que es amado.
Pero cuando uno es amado, está muy cerca de ser estimado; y la estimación es lo que desean la mayor parte de los hombres. Si tanto valor se da a la estimación, es por sus consecuencias indirectas. El vulgo no se satisface tanto por la consideración que merezca de parte de los que están en elevada posición, como por las esperanzas que esta consideración hace concebir. Se espera obtener todo lo que se quiera de estos personajes, cuando uno lo necesite; y se regocija con las muestras de consideración que recibe considerándolas como señal de una futura benevolencia. Pero cuando se desea la estimación de los hombres de bien y previsores, se quiere que se afiance en ellos la opinión que acerca de su persona se les ha inspirado.
Nos es sumamente grato entonces que se reconozca nuestra virtud, porque tenemos fe en la palabra de los que expresan este juicio de nosotros; y nos lisonjea también ser amados por ellos por este amor y sólo por él, y llegamos hasta decir que estamos dispuestos a preferir la afección a la estimación, haciéndosenos en tal caso la amistad apetecible únicamente por sí sola.
La amistad, por lo demás, parece consistir más bien en amar que en ser amado. Lo prueba el placer que sienten las madres al prodigar su amor. Se ha visto a muchas, que debiendo abandonar a sus hijos, se complacían en amarlos todavía sólo por ser suyos; y sin esperar una afección recíproca, imposible en semejantes criaturas, contentándose con ver que sus hijos crecen, y queriéndoles con no menos pasión a pesar de no poder estos por su ignorancia dar nada de lo que se debe a una madre.
Consistiendo la amistad más bien en amar que en ser amado, y siendo a nuestros ojos dignos de alabanza los que aman a sus amigos, parece que amar debe de ser la gran virtud de los amigos. Por consiguiente, siempre que el afecto descanse en el mérito de los dos amigos, estos serán constantes y su relación será sólida y durable. Por esto personas, por otra parte muy desiguales, pueden ser amigos; porque la mutua estimación los hace iguales.
Ahora bien; la igualdad y la semejanza constituyen la amistad; sobre todo, cuando esta semejanza es la de la virtud; porque entonces siendo los dos amigos constantes, como lo son ya de suyo, lo son igualmente el uno para con el otro. Jamás tienen necesidad de solicitar uno de otro vergonzosos servicios, ni nunca se los prestan. podría decirse, que más bien los impiden; porque es propio de los hombres virtuosos evitar el incurrir ellos mismos en falta, y caso necesario saber impedir las de sus amigos. Semejante constancia no se encuentra en los hombres malos. No subsistiendo ni un solo instante semejantes a sí mismos, sólo son amigos por el momento; y no les agrada asociar otra cosa que su mutua perversidad. Los amigos que están ligados por interés o por placer, son constantes por algún tiempo más; es decir, lo son mientras pueden sacar uno de otro placer o provecho.
La amistad por interés nace principalmente del contraste: por ejemplo; entre el pobre y el rico, el ignorante y el sabio. Como se carece de algo que se desea, está uno dispuesto, con tal de obtenerlo, a dar en cambio cualquiera otra cosa. Se podría muy bien colocar en esta clase al amante y al objeto amado, lo mismo que lo bello y lo feo cuando se juntan. He aquí lo que algunas veces pone en ridículo a los amantes: creer que deben ser amados como ellos aman. Indudablemente si son igualmente dignos de ser amados, tienen razón para exigir la recíproca; pero si no tienen nada que merezca verdaderamente el afecto, su exigencia es ridícula.
Por otra parte, puede suceder que lo contrario no desee precisamente su contrario en sí mismo, y que sólo lo desee indirectamente. En realidad, el deseo tiende únicamente al término medio, porque en él se encuentra verdaderamente el bien; por ejemplo, tomándolo de otro orden de ideas, lo seco no tiende a hacerse húmedo, tiende a un estado intermedio; y lo mismo sucede con lo caliente y con todo lo demás. Pero no nos internemos en esta materia, que es demasiado extraña a la que queremos tratar aquí.
AMAR Y SER AMADO
El amor es el sentimiento más fuerte, funciona como antídoto ante todo mal. Nacemos con la necesidad imperante de ser aceptados, aprobados y sobre todo sentirnos amados. Ya que este sentimiento nos da seguridad, confianza, paz y armonía, es mágico ver al mundo con la perspectiva de que todo puede cambiar para bien: El amor es aliado de lo positivo, de la prosperidad y la bondad. Los seres humanos tenemos la grande y enorme dicha de poder aprender a dar amor y aprender a aceptar amor, lo que refuerza el sistema inmunológico ante las adversidades de la vida. Si te dan odio y das amor, crece en vos esa paz interior que es una de las grandezas propias de los seres superiores, como somos los humanos.
INCAPACES DE EXPRESAR APRECIO
Lo contrario del amor es el odio, pero también puede ser indiferencia y menosprecio; muchas veces nos jactamos de expresarnos: «Yo no odio», pero también somos incapaces de expresar aprecio, aprobación, ya no se diga afecto. El expresarnos en toda la magnitud de lo que es el amor, es más importante de lo que nosotros nos imaginamos.
ESCUCHAR Y SONREIR
Siempre hemos creído que una buena herencia es una casa, un negocio o una profesión. En lo particular no estoy de acuerdo con esto, ya que es efímero e insuficiente. La mejor herencia que le podés dar a tus hijos es tu tiempo, tu atención, es escuchar, es sonreír, es estar atento a lo que hacen o quieren tus hijos; eso es sinónimo de amor. Existen hombres y mujeres que se quejan de no haber tenido una porción de amor en su niñez. Ya sea porque estaban presentes, pero ausentes por no compartir, o indiferentes ante las necesidades afectivas. Es de mucho ignorar que el sentimiento de amar y ser amados es una necesidad primaria, básica, urgente, indispensable, insustituible. ¿Por qué el mundo gira alrededor de buscar que nos amen y a quién amar?, ¿cómo se puede interpretar esta necesidad de muchos veces implorar un poco de cariño, una ración de amor? Démonos cuenta que el mundo cambiaría si todos nos dispusiéramos a dar amor, solamente amor, y así veríamos crecer a nuestros hijos con más fortaleza, con más valentía para enfrentar los desafíos de la vida.
NECESIDAD DE AFECTO
Dicen que el Kaiser Guillermo el Grande de Alemania, muy amante de las artes y las ciencias, quiso saber cómo se expresarían los niños a los que jamás se les enseñara a hablar. Para ello ideó un terrible experimento con los bebés abandonados al nacer en una inclusa. Las personas encargadas de cuidarlos tenían que procurar alimentarlos debidamente, asearlos, vestirlos y abrigarlos, pero no podían hablarles, sonreírles ni mostrarles afecto alguno. El gran Guillermo no pudo saber cómo se comunicarían esos niños, porque todos, todos sin excepción, murieron.Aunque parezca mentira, los lactantes, los niños entre cero y doce meses, pueden sufrir depresiones graves. En ellos la enfermedad depresiva se manifiesta obviamente de una manera muy distinta a como lo hace en el adulto, que puede hablar y expresar sus sentimientos. Los lactantes cuando se deprimen muestran apatía por el entorno, negativa a comer, desnutrición, falta de desarrollo psicomotor e infecciones frecuentes que acaban con la muerte. A ese cuadro le llamamos en psiquiatría 'Depresión anaclítica de Spitz', por ser este médico el primero que la describió. Esa fue probablemente la enfermedad que acabó con la vida de aquellos pobres niños a los que en última instancia se les negaba el afecto.Y es que entre las necesidades básicas del ser humano está la de ser amado. Y porque somos amados, aprendemos a amar. Los bebés precisan comer y beber, alimentarse e hidratarse, y además siempre están ávidos de sonrisas y de caricias. Sólo hay que asomarse a su cunita y toparse con su mirada, entonces alzan los brazos, se mueven alborozados y una sonrisa ilumina su cara. Los bebés no pueden vivir sin amor… ¿Y los mayores? Los adultos sin amor simplemente sobrevivimos.
LAS EXPERIENCIAS DE HARLOW CON MONOS RHESUS
A mediados de los años 50, el psicólogo Harry Harlow llevó a cabo una serie de experiencias con crías monos rhesus en su laboratorio de primatología de la Universidad de Wisconsin. Frente a las ideas, por entonces mayoritarias, de que "el amor el niño lo aprende" (sic) por asociación del rostro y contacto con la madre y la recompensa concomitante de la alimentación, Harlow analizó otras alternativas. Ante la dificultad de utilizar niños (aparte de los imperativos éticos, por causa de su inmadurez motora) recurrió a pequeños primates de su laboratorio. Diseñó dos muñecos que hicieran de "madres" de los monitos rhesus pero atribuyendo separadamente a uno la función de alimentación y a otro la función de contacto corporal. En concreto, a uno de ellos, construido de alambre, le puso un par de tetinas de las que se podía mamar; al otro muñeco simplemente lo recubrió de felpa. Los monitos pasaron mucho más tiempo en contacto con la "madre" de felpa y sólo visitaban esporádicamente a la "madre" de la que extraían la leche. Harlow dice que, aunque fisiológicamente ambas cumplían (algunas) funciones de madre, psicológicamente era superior la "madre" de felpa. La segunda parte la experiencia fue someter a los monitos a situaciones que provocasen miedo. Para ello introdujo en el recinto objetos extraños: un osito mecánico que caminaba tocando un tambor. Todos los monitos, sin excepción, acudieron a refugiarse en la "madre" de felpa. Pasado un ratito y tranquilizados, descendían de la "madre" del felpa y cautelosamente se acercaban a inspeccionar el osito tamborilero. Ampliaron la experiencia situando a los monitos en una habitación nueva, extraña, y llena de objetos desconocidos. El resultado fue idéntico. Harlow estableció una analogía entre estos comportamiento y el del apego humano.
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